domingo, 1 de febrero de 2015

A la mierda la capucha.

He pasado de odiar las cosas con capucha a comprarme el abrigo con la capucha más grande del mundo.

¿Por qué? porque tengo la escoba más pesada de la vida. “Y cómprate las cosas con capucha que no te mojas y que no se te enfrían las orejas y bla, bla, bla”…y por no oírla pues me he comprado un abrigo con un capuchón enorme.

Pero oye, le he cogido gusto super rápido.  Yo me planto mi capucha y ya pueden caer chuzos de punta. No los veo, no los oigo, no los siento. Nada.  
Pero no sólo eso, ni oigo los chuzos ni oigo, ni veo, ni voy pendiente del que llevo al lado. Salgo a la calle, me escondo en mi capucha y hasta que vuelvo a entrar, es como que el mundo no existiera, palante palante…

¡Es guay! No es una capucha ¡Es un aislante! Tres narices me importa lo que pase alrededor. Es como la vida misma, yo me meto en mi historia y tres narices me importa lo que le pase al de al lado. Así de fácil. Eso sí, cuando me pase algo, tres narices le importará al de al lado lo que me pase a mí.

Y así estamos, cada vez más globalizados y sin fronteras pero más a nuestra bola y más solos.
Os juro que no conozco a mis vecinos. Sé quiénes son los de al lado y los de enfrente pero del resto ni idea. Y ya no hablemos de la gente de los portales de al lado.  Es como si hubiera llevado capucha desde hace muuuuucho tiempo. (Calentita, cómoda… indiferente)

Y en los días que no llevo la capucha, mi teléfono es mi aliado. ¿Qué voy en el autobús? Pues voy chequeando el correo, washapeando con mi escoba, leyendo mil tontadas,  pero de mirar al de al lado, ni hablamos. ¿Qué estoy esperando en la panadería? Lo mismo. Es como si “encontrarme con el otro” me aterrorizara.

 Qué imbéciles somos. Perdón. Qué imbécil soy. Cada vez más dependiente de mi espacio de seguridad y mi zona de confort me voy haciendo más frágil, más insegura.

Creo que  tengo una cuenta pendiente conmigo misma. Debería proponerme mandar a tomar viento la capucha y tirar el móvil al mar. Pero ¿Y si lo hago y me quedo sola ante un sinfín de encapuchados washapeantes? Redios que sensación de desamparo. Glup. 

Dicen los sicoanalistas que  ” en Las nuevas sociedades  la soledad es una de las enfermedades más sigilosas de la era moderna y una de las menos conocidas. Toda una paradoja para un tiempo en el que las interacciones entre individuos son cada vez más constantes y complejas”.

Supongo que si quiero recibir, tengo que dar así que, aunque me cueste, hablaré con mi escoba y le daré el abrigo.  No quiero que la indiferencia vaya conmigo a ningún lado.  Como dijo Gandhi “Se el cambio que quieres ver en el mundo”. Voy a empezar por mí.

                         A la mierda la capucha. Eso si el móvil me lo voy a ir quedando pa´ por si acaso…

Este  es un video de lo que pasa cuando te desencapuchas.